¿Qué es el ‘susto de septiembre’?

Si enero es el lunes del año, en el hemisferio norte, el verano es claramente el fin de semana: junio es el viernes, julio el sábado y agosto es el perezoso, delicioso e inquietante domingo. Por eso muchos de nosotros nos encontramos actualmente en las garras de los “sustos de septiembre”, o, como se dice en inglés, September scaries.
Quienes estén familiarizados con el concepto de los sustos dominicales reconocerán esta sensación. (Y sí, la analogía sugiere que deberíamos llamarlo los sustos de agosto, pero acá la aliteración le gana a la simetría). Es una combinación de temor, pesar y anticipación que acompaña al final de una pausa comunitaria y el comienzo de un tiempo agitado y exigente.
La culpa la tiene, en parte, la fantasía colectiva del verano. Independientemente de que sigamos atados a un horario escolar, los meses de vacaciones se asocian inexorablemente al placer, la libertad y la espontaneidad. “Subestimamos cuánto nos afectan nuestros guiones y nuestras narrativas sobre la estación”, dijo Kari Leibowitz, psicóloga investigadora cuyo libro de próxima publicación, How To Winter, examina las ideas preconcebidas que tenemos en torno las estaciones y cómo reformularlas. “El verano son los helados y la playa. Las responsabilidades y la vida real son para septiembre”.
En agosto, quizá más que en ningún otro mes, nos damos permiso para descansar. Los correos electrónicos no se responden con tanta celeridad; incluso los mensajes de texto a los amigos pueden contestarse con calma.
“Hay mucho aplazamiento en verano”, dijo Will defries, cuya popular cuenta de Instagram Sunday Scaries ha estado publicando memes sobre ese fenómeno desde 2014. “Hay mucho de ‘ya me preocuparé de eso más adelante”. Pero a finales de agosto, “más adelante” es en breve, y podemos sentir las presiones de una temporada muy ocupada. (Defries dijo que su cuenta ve un repunte en la participación alrededor del fin de semana del Día del Trabajo de EE. UU., a inicios de septiembre, una señal de que los “sustos” son especialmente pronunciados en esta época del año).
También es posible que sientas que has desaprovechado el verano —no bebiste Negronis en una playa italiana ni admiraste suficientes hortensias exuberantes— y ahora te arrepientas. Agosto puede ser un verdadero desafío, dijo Amelia Aldao, psicóloga neoyorquina especializada en terapia cognitivo-conductual. “Esperas que tu verano o tus vacaciones sean estupendos y luego resulta que no lo son. A menudo hay un desajuste de expectativas, que puede ser un desencadenante de ansiedad”.
Si te encuentras sumido en el malestar y el pánico, un buen primer paso es averiguar qué es exactamente lo que te preocupa. ¿Es el estrés inminente de volver a la escuela o el trabajo? ¿Es que te has ido de vacaciones y no tendrás otras en mucho tiempo? ¿O es que te encantan todas las actividades asociadas al verano, pero no podrás volver a disfrutar de ellas hasta dentro de muchos meses? Los remedios para cada aflicción son diferentes.
Si te sientes abrumado por tus inminentes responsabilidades, elabora un plan para abordarlas. Pero en lugar de una lista de tareas, prueba con una “matriz de tareas”, sugirió Aldao. Etiqueta los dos extremos de un eje horizontal como “urgente” y “menos urgente”, y el eje vertical como “importante” y “menos importante”. Ver dónde se sitúan tus preocupaciones puede ayudarte a mitigar la ansiedad. Puede que te des cuenta de que algunas de las cosas pueden solucionarse inmediatamente (como firmar ese formulario con el que el colegio no deja de molestarte), pero también tendrás una idea más clara de lo que tienes que hacer en cuanto acabe el feriado de septiembre y de lo que puede esperar hasta octubre.