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México, uno de los primeros lugares del mundo en casos de acoso escolar

El bullying en México es mucho más que un conjunto de episodios aislados de violencia: es un problema sistémico que involucra aspectos culturales, familiares, educativos y sociales.

De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022, un 28% de los adolescentes entre 12 y 17 años han sido víctimas de bullying en el último año, lo que representa a más de 3 millones de jóvenes.

Además, casi 3 millones de adolescentes han experimentado ciberbullying, según datos del INEGI. En este contexto, México ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en cuanto a casos de acoso escolar, según la organización Bullying Sin Fronteras.

Empero, lo que la mayoría de las veces no se menciona es que el bullying no sólo afecta a quienes lo sufren, sino también a quienes lo ejercen. Investigaciones como la de la London School of Economics destacan que los agresores son, en muchos casos, productos de un entorno familiar y social que normaliza la violencia

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En este sentido, uno de los mayores desafíos para erradicar el bullying es entender que el problema no reside únicamente en las víctimas, sino también en la construcción de una cultura que fomenta conductas violentas desde la infancia.

Kevin Zapata Celestino, investigador del London School of Economics, aseguró que el bullying es un comportamiento aprendido. Muchos agresores provienen de hogares donde la violencia es una constante, y han internalizado este patrón como una forma legítima de

El experto resaltó que en México, el bullying se ha convertido en un problema social y educativo que no discrimina regiones, clases sociales ni niveles de enseñanza.

Aunque los casos de acoso escolar en Monterrey, uno de los epicentros del debate, han captado recientemente la atención pública, la realidad es que este fenómeno afecta a miles de jóvenes a lo largo y ancho del país.

Desde la tragedia de Norma Lizbeth en la Ciudad de México hasta las constantes denuncias de agresiones físicas y psicológicas en diversas ciudades, la violencia escolar está alcanzando cifras alarmantes.

Zapata Celestino sostuvo que muchos agresores provienen de hogares donde la violencia es una constante, y han internalizado este patrón como una forma legítima de resolver conflictos. A menudo, estas agresiones no son simplemente una respuesta impulsiva, sino una manera de canalizar frustraciones derivadas de situaciones traumáticas, inseguridades personales o incluso problemas familiares.

“Pero el problema no termina ahí”. Las dinámicas de poder en las escuelas juegan un papel crucial en la perpetuación del bullying. En lugares como Monterrey, donde la competitividad y la imagen de poder son altamente valoradas, muchos jóvenes sienten la presión de asumir un rol agresivo para sobrevivir en un entorno social extremadamente jerárquico.

“El que manda es el que sabe pelear”, es una frase que puede escucharse en algunos de los pasillos escolares, donde los bullies son considerados líderes de sus grupos, utilizando la intimidación y la violencia como su principal herramienta para mantener su estatus.

Según el investigador, este fenómeno cobra particular relevancia en el contexto de la homofobia y los estereotipos de género que aún persisten en muchas instituciones educativas. Recientemente, en Monterrey, un caso en el que un estudiante fue acosado por su orientación sexual reveló cómo los prejuicios culturales y sociales siguen alimentando el acoso escolar.

Estos casos no solo evidencian la violencia explícita, sino también una cultura de intolerancia que, lamentablemente, sigue vigente en muchos sectores de la sociedad.

Si bien es necesario aplicar consecuencias, es igualmente importante abordar las causas profundas del problema, que incluyen la violencia familiar, los patrones de discriminación social y las estructuras de poder en las escuelas.

El cambio debe ser cultural, educativo y social. Las políticas públicas deben fortalecerse con programas de prevención, capacitación docente y una revisión crítica de las normas y valores que perpetúan el abuso.

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Daniela Manríquez, investigadora independiente quien participó en la investigación, comentó que los estudiantes no solo deben aprender a convivir de manera respetuosa, sino también a reconocer y cuestionar las normas de comportamiento que los empujan a participar en dinámicas violentas.

“La empatía, el respeto a la diversidad y el valor de la comunicación deben ser pilares en la educación de los jóvenes para que, en el futuro, el bullying sea erradicado de las aulas y no siga siendo una realidad dolorosa para millones de mexicanos”, finalizó Manríquez.

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